El Pentágono contra Wikileaks

La Administración norteamericana busca los medios para defenderse y contraatacar frente a filtraciones en la Red

ANNA GRAU | ANNA GRAU / CORRESPONSAL EN NUEVA YORK

La Administración norteamericana busca los medios para defenderse y contraatacar frente a filtraciones en la Red

El ataque de Wikileaks ha puesto en alerta roja al Pentágono, a la CIA y a todas las ciberunidades del gobierno de Estados Unidos. Wikileaks puede ser su bautismo de fuego y el nacimiento de una nueva era virtual donde se dé el paso de la ciberguerra a la ciberguerrilla.

El ataque de Wikileaks ha puesto en alerta roja al Pentágono, a la CIA y a todas las ciberunidades del gobierno de Estados Unidos. Wikileaks puede ser su bautismo de fuego y el nacimiento de una nueva era virtual donde se dé el paso de la ciberguerra a la ciberguerrilla.

Assange, en libertad condicional, sale de una comisaría

Assange, en libertad condicional, sale de una comisaría

Mientras el Departamento de Justicia busca maneras de sortear la Primera Enmienda y poder llevar a juicio a Assange (por ejemplo acusándose de promover la filtración de los documentos secretos, no limitándose a recibirlos y publicarlos), la CIA ha creado una Wikileaks Task Force para estudiar el impacto de la filtración y tomar medidas.

¿Forman parte de estas medidas los misteriosos ciberataques sufridos recientemente por Wikileaks? ¿Quién a hierro mata, a hierro muere? De ser así, por supuesto el Pentágono no lo admitirá oficialmente nunca. Aunque no le faltarían admiradores. Por ejemplo Christian Whiton, un antiguo oficial del Departamento de Estado con George Bush, quien ha declarado a USA Today que asaltar electrónicamente Wikileaks vale la pena incluso si al final no sirve de nada. «Ganas tiempo para ir a por ellos por otras vías», concluye.

Pero no todo el mundo está de acuerdo ni acepta que lo que hace Wikileaks sea ciberguerra. Por ejemplo John Arquilla, profesor de Análisis de la Defensa en la Escuela de la Marina en Monterrey, California, y especialista en redes y guerras, afirma en declaraciones a ABC que las filtraciones de Assange, por dañinas que sean, no merecen la consideración de ciberataques. Tampoco le parece probable que haya detrás la mano negra de una potencia extranjera: «Si un gran enemigo de EE.UU. fuese capaz de una intrusión así en nuestros sistemas de información más sensible, y de hacerlo sin nuestro conocimiento, yo creo que lo último que haría es dar a conocer esta capacidad publicando el material. El verdadero ciberguerrero explotaría sigilosamente la inteligencia así obtenida».

El punto de vista de Arquilla es el de un especialista en asuntos más militares que diplomáticos. Seguramente en el Departamento de Estado, uno de los más afectados por la última filtración de Wikileaks, no están de acuerdo en que la publicidad haya restado ni un ápice de fuerza al ataque. Todo lo contrario: las guerras también pueden ser de imagen y de propaganda.

Pero mientras en el Departamento de Estado lloran y en el Pentágono se desesperan, en la CIA ríen. Y es que ellos son con diferencia los menos afectados por la filtración, los que menos documentos suyos han visto aireados. En Langley casi están agradecidos a Wikileaks porque les haya dado la razón cuando, desatendiendo las llamadas de Obama a la transparencia, siguieron negándose a compartir su información secreta con outsiders, o ni siquiera a entrar en la famosa red SIPRnet creada tras el 11-S para unificar datos y criterio.

Datos dormidos

Y es que esa es precisamente la madre del cordero: hasta qué punto el caso Wikileaks mejorará o empeorará las relaciones del gobierno de Estados Unidos con la información secreta. El profesor Arquilla constata que aquí lo que ha quedado claro es que «todo dato dormido es un dato en peligro». «La mayor parte del material al que Assange ha accedido se transmitió encriptado, pero una vez en su punto de destino se mantuvo la información en un estadio mucho más accesible. La verdadera lección es que los documentos tienen que estar también encriptados y protegidos en la fase de almacenamiento», sentencia.

Eso desde el punto de vista técnico. ¿Y desde el punto de vista ético? Thomas Blanton, director del National Security Archive, organización consagrada precisamente a la caza y desclasificación de secretos gubernamentales ha pedido durante una reciente comparecencia ante el Congreso, que el gobierno no «sobrerreaccione» frente a la amenaza de Wikileaks, desandando el breve camino a favor de una razonable transparencia andado con Obama. El temor de la comunidad investigadora es que se produzca un repliegue secretista digno de la Guerra Fría. Moraleja (y paradoja): los chivatazos indiscriminados pueden ser a veces el peor enemigo de la verdad.

Hay que decir que, en parte, Estados Unidos se ve en esta situación por méritos propios. Este país atrae a los cazadores de secretos como la miel a las moscas. Y es que tiene mucho que ofrecerles: la National Security Agency (irónicamente con las mismas siglas que el National Security Archive, NSA, pero con el espíritu contrario) espía las comunicaciones de todo el mundo con su poderoso Programa Echelon. Hasta 2002 este programa tenía algunas cortapisas legales pero Bush las eliminó con una orden presidencial secreta pocos meses después del 11-S. Desde entonces algunos procesos contra terroristas han tenido que saldarse con acuerdos extrajudiciales para eludir dar cuenta de que la inteligencia original se obtuvo un tanto ilegalmente. Ni siquiera la CIA y el FBI están al tanto de los detalles del Programa.

Echelon lo oye y lo ve todo especialmente en Internet, porque Estados Unidos es el amo tecnológico de la red. Más desde que se anima a las grandes empresas comunicadoras del mundo a comunicar a través de nodos norteamericanos (Nueva York es una encrucijada particularmente estratégica). Un e-mail entre Alemania e Italia, o entre Paquistán y Yemen, tiene muchas posibilidades de pasar por Estados Unidos. ¿Y de acabar filtrado por Wikileaks??

Así va la contienda

Fuerza especial de la CIA

La Central de Inteligencia norteamericana ha creado una «fuerza especial» para estudiar el impacto de las filtraciones y tomar medidas.

Asaltos electrónicos

Algunos especialistas recomiendan no cesar en los ciberataques contra Wikileaks, aunque sólo sea para ganar tiempo.

Encriptado de la información

John Arquilla, profesor de Análisis de la Defensa, insiste en que los documentos deben permanecer encriptados también tras ser almacenados.

Espionaje total

Las agencias de EE.UU. espían las comunicaciones de todo el mundo y seguirán haciéndolo en el futuro.

Fuerza especial de la CIA

La Central de Inteligencia norteamericana ha creado una «fuerza especial» para estudiar el impacto de las filtraciones y tomar medidas.

Asaltos electrónicos

Algunos especialistas recomiendan no cesar en los ciberataques contra Wikileaks, aunque sólo sea para ganar tiempo.

Encriptado de la información

John Arquilla, profesor de Análisis de la Defensa, insiste en que los documentos deben permanecer encriptados también tras ser almacenados.

Espionaje total

Las agencias de EE.UU. espían las comunicaciones de todo el mundo y seguirán haciéndolo en el futuro.

Mientras el Departamento de Justicia busca maneras de sortear la Primera Enmienda y poder llevar a juicio a Assange (por ejemplo acusándose de promover la filtración de los documentos secretos, no limitándose a recibirlos y publicarlos), la CIA ha creado una Wikileaks Task Force para estudiar el impacto de la filtración y tomar medidas.

¿Forman parte de estas medidas los misteriosos ciberataques sufridos recientemente por Wikileaks? ¿Quién a hierro mata, a hierro muere? De ser así, por supuesto el Pentágono no lo admitirá oficialmente nunca. Aunque no le faltarían admiradores. Por ejemplo Christian Whiton, un antiguo oficial del Departamento de Estado con George Bush, quien ha declarado a USA Today que asaltar electrónicamente Wikileaks vale la pena incluso si al final no sirve de nada. «Ganas tiempo para ir a por ellos por otras vías», concluye.

Pero no todo el mundo está de acuerdo ni acepta que lo que hace Wikileaks sea ciberguerra. Por ejemplo John Arquilla, profesor de Análisis de la Defensa en la Escuela de la Marina en Monterrey, California, y especialista en redes y guerras, afirma en declaraciones a ABC que las filtraciones de Assange, por dañinas que sean, no merecen la consideración de ciberataques. Tampoco le parece probable que haya detrás la mano negra de una potencia extranjera: «Si un gran enemigo de EE.UU. fuese capaz de una intrusión así en nuestros sistemas de información más sensible, y de hacerlo sin nuestro conocimiento, yo creo que lo último que haría es dar a conocer esta capacidad publicando el material. El verdadero ciberguerrero explotaría sigilosamente la inteligencia así obtenida».

El punto de vista de Arquilla es el de un especialista en asuntos más militares que diplomáticos. Seguramente en el Departamento de Estado, uno de los más afectados por la última filtración de Wikileaks, no están de acuerdo en que la publicidad haya restado ni un ápice de fuerza al ataque. Todo lo contrario: las guerras también pueden ser de imagen y de propaganda.

Pero mientras en el Departamento de Estado lloran y en el Pentágono se desesperan, en la CIA ríen. Y es que ellos son con diferencia los menos afectados por la filtración, los que menos documentos suyos han visto aireados. En Langley casi están agradecidos a Wikileaks porque les haya dado la razón cuando, desatendiendo las llamadas de Obama a la transparencia, siguieron negándose a compartir su información secreta con outsiders, o ni siquiera a entrar en la famosa red SIPRnet creada tras el 11-S para unificar datos y criterio.

Datos dormidos

Y es que esa es precisamente la madre del cordero: hasta qué punto el caso Wikileaks mejorará o empeorará las relaciones del gobierno de Estados Unidos con la información secreta. El profesor Arquilla constata que aquí lo que ha quedado claro es que «todo dato dormido es un dato en peligro». «La mayor parte del material al que Assange ha accedido se transmitió encriptado, pero una vez en su punto de destino se mantuvo la información en un estadio mucho más accesible. La verdadera lección es que los documentos tienen que estar también encriptados y protegidos en la fase de almacenamiento», sentencia.

Eso desde el punto de vista técnico. ¿Y desde el punto de vista ético? Thomas Blanton, director del National Security Archive, organización consagrada precisamente a la caza y desclasificación de secretos gubernamentales ha pedido durante una reciente comparecencia ante el Congreso, que el gobierno no «sobrerreaccione» frente a la amenaza de Wikileaks, desandando el breve camino a favor de una razonable transparencia andado con Obama. El temor de la comunidad investigadora es que se produzca un repliegue secretista digno de la Guerra Fría. Moraleja (y paradoja): los chivatazos indiscriminados pueden ser a veces el peor enemigo de la verdad.

Hay que decir que, en parte, Estados Unidos se ve en esta situación por méritos propios. Este país atrae a los cazadores de secretos como la miel a las moscas. Y es que tiene mucho que ofrecerles: la National Security Agency (irónicamente con las mismas siglas que el National Security Archive, NSA, pero con el espíritu contrario) espía las comunicaciones de todo el mundo con su poderoso Programa Echelon. Hasta 2002 este programa tenía algunas cortapisas legales pero Bush las eliminó con una orden presidencial secreta pocos meses después del 11-S. Desde entonces algunos procesos contra terroristas han tenido que saldarse con acuerdos extrajudiciales para eludir dar cuenta de que la inteligencia original se obtuvo un tanto ilegalmente. Ni siquiera la CIA y el FBI están al tanto de los detalles del Programa.

Echelon lo oye y lo ve todo especialmente en Internet, porque Estados Unidos es el amo tecnológico de la red. Más desde que se anima a las grandes empresas comunicadoras del mundo a comunicar a través de nodos norteamericanos (Nueva York es una encrucijada particularmente estratégica). Un e-mail entre Alemania e Italia, o entre Paquistán y Yemen, tiene muchas posibilidades de pasar por Estados Unidos. ¿Y de acabar filtrado por Wikileaks??

Así va la contienda

Fuerza especial de la CIA

La Central de Inteligencia norteamericana ha creado una «fuerza especial» para estudiar el impacto de las filtraciones y tomar medidas.

Asaltos electrónicos

Algunos especialistas recomiendan no cesar en los ciberataques contra Wikileaks, aunque sólo sea para ganar tiempo.

Encriptado de la información

John Arquilla, profesor de Análisis de la Defensa, insiste en que los documentos deben permanecer encriptados también tras ser almacenados.

Espionaje total

Las agencias de EE.UU. espían las comunicaciones de todo el mundo y seguirán haciéndolo en el futuro.

Fuerza especial de la CIA

La Central de Inteligencia norteamericana ha creado una «fuerza especial» para estudiar el impacto de las filtraciones y tomar medidas.

Asaltos electrónicos

Algunos especialistas recomiendan no cesar en los ciberataques contra Wikileaks, aunque sólo sea para ganar tiempo.

Encriptado de la información

John Arquilla, profesor de Análisis de la Defensa, insiste en que los documentos deben permanecer encriptados también tras ser almacenados.

Espionaje total

Las agencias de EE.UU. espían las comunicaciones de todo el mundo y seguirán haciéndolo en el futuro.

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