Sarkozy se enfrenta a la semana crucial de su mandato

Prepara un contraataque para liberarse del escándalo de Liliane Bettencourt

Autor:Miguel A. Murado

La semana que comienza será crucial para Nicolas Sarkozy. Una encuesta recién salida del horno le pronostica un empate técnico con la secretaria general socialista, Martine Aubry, en el caso de que se celebrasen ahora elecciones presidenciales, y el escándalo Bettencourt sigue pisándole los talones tres semanas después. Así que ha decidido lanzar un contraataque para recuperar terreno.

Como Obama, Sarkozy lo confía todo a la retórica, y por eso la pieza central de su estrategia será la rueda de prensa televisada que ofrecerá mañana en horario de máxima audiencia. Es una decisión que se tomó en el mismo momento en que la gendarmería volcaba cajones en los negocios de Liliane Bettencourt en busca de pruebas de fraude, blanqueo de capitales y financiación ilegal de la campaña del propio Sarkozy. Ahora, la policía tiene en sus manos las agendas de Florence Woerth, la esposa del ministro de Trabajo Éric Woerth, potencialmente explosivas. Y aún así, Sarkozy espera salir indemne. Y puede ser que lo consiga.

Línea de defensa

Se puede anticipar cual será la línea de defensa del presidente. Cargará contra Mediapart, el sitio de Internet que ha estado publicando las informaciones que relacionan con los escándalos a su ministro Woerth y al propio Sarkozy. Dos de los principales acusadores, el mayordomo de Liliane Bettencourt y su antigua administradora, han retirado ya algunas de sus declaraciones a este medio, y aunque es evidente que lo han hecho para acomodarse a la táctica de sus abogados, esto permite a Sarkozy restar credibilidad a todo el asunto.

Mañana tendrá también ya sobre su mesa el informe que ha estado elaborando la Hacienda francesa durante la semana pasada sobre el trato dado por la inspección a la millonaria heredera de L'Oreal. Woerth, que tomaba el té regularmente con la anciana, fue durante años ministro de ese ramo y algunos creen que podría haber ordenado hacer la vista gorda ante sus irregularidades fiscales (algunas tan poco discretas como la posesión de una isla sin declarar en el archipiélago de las Seychelles).

Para asegurarse la credibilidad del informe, Sarkozy ha previsto un golpe maestro: que lo presente Jean Bassères, un hombre de izquierda vinculado al Partido Socialista y que ahora trabaja en la Inspección General de Finanzas.

Finalmente, Sarkozy podrá enarbolar el reciente cese de dos de sus ministros por «prácticas económicas impropias» (pero no delictivas), como comprar puros con cargo al erario o gastar demasiado en viajes. Ese cortafuegos, que por el momento le ha permitido conservar a Woerth en el Gobierno, es un juego de manos arriesgado pero tajante que busca restaurar por arte de magia lo que Sarkozy llamaba durante su campaña electoral «la República irreprochable».

Juego de comparaciones

Sin embargo, la cosa no será tan sencilla. Cuando los escándalos les afectan, los políticos suelen decir que estos están motivados políticamente, y no les falta razón, porque es verdad que los escándalos (sean ciertos o no) solo prosperan si existe un ambiente en el que son creíbles para el público y útiles para otros políticos.

Y este es el verdadero problema al que se enfrenta Sarkozy. Todo se reduce a un juego irónico de comparaciones: el ministro encargado de recortar las jubilaciones de los franceses (Woerth) ayudando a colocar su dinero a una jubilada de oro (Bettencourt); el presidente que hablaba de «moralizar el capitalismo» recibiendo, presuntamente, sobres para la campaña en la que ensalzaba a la «República irreprochable».

Son imágenes que se forman fácilmente en la atmósfera cargada de electricidad de la política francesa, en la que, a pesar de la oratoria populista del presidente, la factura de la crisis económica recae básicamente sobre las clases medias y humildes.

Tampoco es casual que la semana pasada una propuesta parlamentaria de Woerth sufriese un revés en la Cámara, a manos de sus propios correligionarios de la UMP. Sarkozy tiene cada vez más enemigos dentro de sus propias filas y, de hecho, si está empatado con el Partido Socialista en los sondeos, es porque estos calculan una migración de un 10% de sus votantes al nuevo partido del ex primer ministro y ex compañero de partido, Dominique de Villepin.

En este contexto, el escándalo se ha convertido, en este sistema extremadamente presidencialista, más en un mecanismo para la sustitución del líder que en un delito objetivo. En una clase política tan elitista y relacionada con el mundo del dinero como la francesa no es difícil encontrar esos escándalos.

Sucedió con Mitterrand, con Chirac, con Villepin... Sarkozy sabe que todos ellos acabaron perdiendo el poder. Y su preocupación es que sabe que alguno de ellos no era ni siquiera culpable. Simplemente, eran impopulares.

Como ya empieza a serlo él mismo.

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